Cuando miramos al Perú de los últimos 25 años es imposible no sentirnos dolidos al ver que seguimos manteniendo una alta proporción de nuestros compatriotas en situación de pobreza.
El Instituto Nacional de Estadística e Informática – INEI considera en situación de pobreza a aquella persona que no puede cubrir un gasto mensual mínimo de S/378, monto que representaría una canasta básica alimentaria y no alimentaria.
Sin embargo, sabemos bien que la pobreza no solo representa la falta de dinero, sino que conlleva la incapacidad para que una persona pueda desarrollar todo su potencial, una familia que apenas sobrevive con este nivel de recursos difícilmente podrá invertir en la educación de sus hijos y la salud familiar, la pobreza de hoy será pues un condicionante para el futuro de sus hijos y por tanto para el desarrollo de nuestra nación.
Los niveles de pobreza en el Perú se elevaron considerablemente en los últimos dos años, hacia el 2019 el Perú registraba un número de 6.4 millones de peruanos en esta situación, posteriormente la deficiente gestión gubernamental durante la pandemia del COVID originó que esta este grupo creciera a 9.8 millones. Al cierre del 2021 más de 8.5 millones de peruanos, es decir, el 26% de nuestra población se mantiene en situación de pobreza, pero al observar el mapa de pobreza nacional encontramos que en 15 de los 25 departamentos del país los niveles son mayores al 30%.
Departamentos como Ayacucho, Cajamarca, Huancavelica, Huánuco, Loreto, Pasco y Puno son departamentos que sostenidamente mantiene altos índices de pobreza, los resultados para este grupo de departamentos en los últimos 3 años son los siguientes:
La agudización de la pobreza durante el 2020 es significativa dadas las consecuencias de la pandemia Covid 19, asimismo, como observamos en el 2021 se incorporaron nuevos departamentos a un rango de mayor pobreza como es el caso de Loreto.
El objetivo de reducción de la pobreza enfrenta un enemigo de dos caras, la corrupción y la violencia, la primera erosiona los recursos que podrían ser destinados a un alivio económico ya sea temporal (programas sociales) o en inversión pública que permita en el presente crear condiciones para superar la pobreza en el fututo (educación, salud, acceso a servicios). La segunda destruye lo avanzado, destruye empleo, infraestructura y alimenta aún más el clima de desconfianza.
Cuando sostengo que la corrupción erosiona recursos que podrían otorgar un alivio temporal a la pobreza económica de familias peruana, basta con observar con profundo pesar los niveles de recursos económicos perdidos en los departamentos antes señalados que pudieron haber sido destinados a programas sociales, tomemos el 2020 como año de ejemplo y analicemos cada uno de los departamentos:
2020
Ayacucho:
Nivel de población en pobreza: 337,895 habitantes
Brecha de pobreza: S/329,872s
Perjuicio económico por corrupción: S/614,506
Por lo tanto los recursos dilapidados por corrupción podrían haber cubierto hasta el 186% de las necesidades económicas de la población pobre en este departamento.Cajamarca:
Nivel de población en pobreza: 657,723 habitantes
Brecha de pobreza: S/.647,309
Perjuicio económico por corrupción: S/.690,191
Los recursos dilapidados en corrupción podrían haber cubierto el 107% de las necesidades económicas de la población pobre en Cajamarca.Huancavelica:
Nivel de población en pobreza: 242,073 habitantes
Brecha de pobreza: S/.221,210
Perjuicio económico por corrupción: S/.697,669Los recursos dilapidados en corrupción podrían haber cubierto el 315% de las necesidades económicas de la población pobre de Huancavelica.
Finalmente bajo similar análisis, en departamentos como Huánuco se pudieron cubrir hasta 110% de las necesidades económicas de la población en situación de pobreza y en Pasco 147% y 84% respectivamente.
Las cifras son crudas y claras, derrotar a la pobreza implica enfrentar desde todos los frentes a al enemigo que se ha instalado como una institución a la sombra pero en convivencia con todas las demás instituciones de la sociedad “la corrupción”, sin embargo, este enemigo que grafica el abuso y la apropiación indebida de recursos tiene una contra cara tan igual de dañina, “la violencia” como igual signo del abuso, despojo sobre lo que no nos pertenece y destrucción de oportunidades y por tanto creador de mayor pobreza, para esto basta con enumerar el daño cuantioso que vienen produciendo los hechos de violencia, se han perdido la vida de 24 peruanos y se suman diversos atentados contra la propiedad privada y pública en la última semana.
Las primeras estimaciones indican que el Perú pierde entre S/60 y S/100 millones diarios para su economía, un total de 18 productos esenciales en la canasta básica familiar empiezan a encarecerse en casi un 60%, nuestra agro-exportaciones que proveen fuente de trabajo y recursos fiscales pierden alrededor de US$ 100 millones, la Pymes estiman pérdidas de S/2,000 millones, 5000 familias que dependen de la ganadería han sido afectadas, es decir, un daño inmenso a la cadena productiva nacional que afectará sin duda a los más pobres.
No podemos negar que a pesar de haber logrado una economía que proveyó recursos fiscales importantes en los últimos años, hemos asistido también al fracaso de un estado disfuncional que no supo gestionar los recursos ya sea por la incapacidad de la administración pública o por corrupción, tuvimos gobernantes que mostraron un profundo desprecio por la nación al involucrarse en casos de corrupción al costo aún de vidas humanas como sucedió durante la pandemia, sin embargo, la violencia debe ser también recusada tanto como la corrupción, ambos son dos rostros de un mismo enemigo que aflige a nuestro país.