En medio de la crisis de confianza

La corrupción ha creado un estado de desconfianza generalizada. Este clima de desconfianza es una consecuencia lógica ante las constantes evidencias de los niveles de corrupción, más aún sí en la práctica la corrupción opera desde hace décadas como una institución informal que convive diariamente con nosotros agudizando cada vez más los efectos negativos sobre la sociedad.

Tal como hemos mencionado en anteriores publicaciones, la corrupción nos solo produce un daño patrimonial al afectar al erario público (solo como ejemplo, en el 2020 el daño económico ascendió a S/.22,000 millones subiendo a S/ 24,262 en el 2021) trayendo consigo un alto costo de oportunidad al lapidar recursos económicos, sino que, además, produce un daño moral en la nación, afectando su identidad.

A esto último debemos sumar que cuando existe un daño moral que afecta la identidad de la nación, las expectativas de las familias y empresas se ven afectadas también y, por tanto, deprime la actividad económica haciendo crecer el círculo de daño al país.

Entre el 23 y 31 de agosto reciente se llevó a cabo la XII la encuesta nacional de sobre percepción de corrupción la cual fue publicada por el diario Gestión. Es relevante observar las respuestas de los peruanos frente a la siguiente pregunta:

¿De qué forma cree que la corrupción lo perjudica en su vida cotidiana?

  • Perjudica mi economía familiar 59%
  • Reduce mis oportunidades y las de mis familiares de conseguir empleo 34%
  • Reduce mi confianza en los políticos 32%
  • Reduce la calidad de los servicios públicos que recibo (salud, educación, seguridad) 29%
  • Reduce mi confianza en el estado 29%
  • Limita mi acceso a los servicios públicos 22%
  • Reduce mi confianza en la política 17%
  • Reduce la calidad de las obras públicas 17%

El común denominador de estas respuestas es la pérdida de confianza, por tanto, se ven afectadas directamente no solo las expectativas de progreso de las familias sino a la vez sus decisiones más elementales, como aquellas que involucran el respeto al estado de derecho y normas básicas.

Asimismo, podemos colegir que los conflictos sociales son en parte explicados bajo esta percepción general de corrupción y cuando estos se agudizan se suman y alimentan el círculo de daño moral y económico originado desde la raíz de corrupción.

Es importante dar cuenta de lo que estas respuestas expresan: una pérdida de confianza frente a instituciones políticas, algo entendible y tangible considerando que en los últimos años hemos asistido a una pérdida total de valores desde el liderazgo político.

El país ha vivido dividido, pero además esta división ha sido direccionada desde aquellos que buscaron ocultar, mediante un clima de confrontación política, sus actos de corrupción y su evidente fracaso de gestión.

Casos como #LavaJato, #Vacunagate, entre otros, son un ejemplo de las razones de fondo que motivaron a los políticos a buscar una permanente división entre peruanos.

Creemos aún que el Perú tiene grandes oportunidades de alcanzar una cohesión social, a través de valores compartidos que generen la confianza y la unidad que necesitamos. La confianza interpersonal debe derrotar el clima de desconfianza sembrado por la traición de los líderes políticos de las últimas décadas.

El honor, el servicio, la lealtad y el mérito son solo algunos de los muchos valores que los peruanos han levantado en nuestra historia; estos han caracterizado a nuestros héroes patrios y al emprendimiento de muchas familias.

En medio de esta crisis de confianza, estos valores necesitan ser comunicados y puestos en relieve como pilares para la toma de decisiones. Debemos esforzarnos por hacerlos visibles en la educación de nuestros niños y jóvenes, pero, sobre todo, las familias deben asumir el esfuerzo por defenderlos y trasladarlos como verdad a sus generaciones y exigirlos en sus gobernantes.

No debe haber otorgárseles nuevas oportunidades a aquellos políticos que traicionaron la moral de la nación.

Los comentarios están cerrados.